viernes, 4 de junio de 2010

peter pan, amarra tu sombra

Camino por el pasto, es como de papel crepé, las flores no huelen a nada sino a plástico barato. El cielo gris azulado tiene pastosa textura, como una crema untada a lo lejos. Por fin llego a la cabaña y el bosque se vuelve tan espeso y oscuro que apenas puedo avanzar siguiendo la tímida luz que se cuela por entre las ramas espinadas de arbustos con un olor penetrante a naturaleza. El ambiente enrarecido por la niebla espesa que dificulta aun más la visibilidad, anuncia junto a ese piquete en la panza que hay algo o alguien ahí dentro a quien no quiero ver, pero que me urge ver al mismo tiempo. El impulso me dice que avance, el poco raciocinio me mantiene en cautela de lo que puede pasar.

Después de atravesar la maleza, llego con la ropa rasgada y sintiendo ese hormigueo en la piel. En parte por el frío que hace erizar los pelitos de mi nuca, en parte por el miedo que coopera y me invade. la puerta está invadida por pequeños seres verdes que a la escasa luz se ven negros, es un musgo espeso que cubre casi en su totalidad esta cabaña, tiempo hace desde que la última persona se posó en su porche de madera de roble. la manija está ausente, un orificio en su lugar.

Me da mucha pena y angustia, miedo y el orgullo y la vergüenza no me dejan abrir esa puerta. Mi ser interno sabe perfectamente que estoy en el umbral oscuro, pero no me he atrevido todavía a pasar.

Entonces sin más aviso que una gran resplandor y un hormigueo aun mayor por mi cuerpo, el pequeño ser de aquellos sueños inciertos aparece de debajo de una mesita, es tal y como lo recuerdo, pero nunca imaginé que estaría aquí. Nunca pensé en volver a verlo. Es pequeñito, pero con un cuerpo tan bien desarrollado que en menos de un segundo ha llegado hasta donde estoy yo y me ha invitado a pasar. Con mis tartamudeos recientes logro hilvanar el monosílabo si, y entro.

De pronto, y no supe cómo, pero como en el sueño ese lejano, me encuentro tirado, con la espalda al aire y el pequeño ser sobre mi nuca. De pronto como sin percatarme, comienza a hacer esos movimientos con las manos que tanto me angustiaron la primera vez, pero que en esta ocasión me ayuda a pensar claro, a dejar todo fluir, a liberarme de las presiones y pensamientos. Mi mente es tan blanca y resplandeciente como su cuerpo entero.

Como un río incontenible fluyen hacia fuera todos mis recuerdos y pensamientos recientes, cosas que no recordaba, poco a poco mi mente se vacía.

Creo que ya encontré todas las respuestas a las posibles interrogantes que venía a hacerle a mi sabio interior. Sin más nada, dejo que se exprima hasta el último de mis pensamientos, cuando siento, la piel entre húmeda y eléctrica de mi genio interno, esta desaparece en una fusión extraña que me hace sentir alegre y extasiado a la vez, siento el poder en mi. Abro los ojos y de pronto, así como me acosté sin saberlo, estoy de pie.

Pero algo es diferente el genio se ha quedado en mi, en mi espalda sus rodillas penetraron y llenaron de energía mi pecho. El cielo ya no es pastoso, es claro y luminoso, cuasi eléctrico suave. La cabaña está pintada como un corral de niños, de colores cada madera. Todo en orden y vuelan juguetes de todo tipo. Un dinosaurio verde pasa frente a mi. Nubes dentro de la cabaña anuncian la tormenta de jugo de manzana que a los cochecitos les acciona sus pequeños limpiaparabrisas en un tráfico inventado. Toda una ciudad llena de colores y formas esta a los pies de mi figura.

Si tan solo pudiera estar aquí por siempre… pero algo dentro de mi me dice que debo volver al mundo real. De donde los problemas son y de donde no puedo escapar. Después del gran asombro, consigo abrirme paso sin pisar ni una sola pieza de aquel fantástico mundo.

Afuera ya es de día, pareciera que la luz de mi genio interno hubiera iluminado todo alrededor. El camino a casa será más ligero, he dejado atrás kilos de gris cemento que estaba echando raíz en mi mente y que pretendía hacer de mi un árbol viviente de concreto.

Nunca jamás.


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